Hoy, 30 de septiembre, es el Día Internacional de la Traducción.
¿Sabes porqué?
Porque hoy se celebra San Jerónimo, patrón de los traductores.
¿Y por qué él?
Porque no hizo nada menos que traducir la Biblia. En concreto, tradujo manuscritos del Nuevo Testamento al latín y parte del evangelio hebreo al griego.
Heusebio Hierónimo, Eusebius Sophronius Hieronymus en latín y Ευσέβιος Σωφρόνιος Ίερώνυμος en griego, conocido como Jerónimo de Estridón, nació en Dalmacia, era cura, erudito, estudioso y viajero, y hablaba ilirio (su lengua materna), latín, griego y hebreo. Y todo esto, entre 340 y 420 d. C.
¿No es increíble?
Pues no, no lo es. O por lo menos, no demasiado.
De hecho, el Imperio Romano era una entidad multicultural, mucho más que la Europa de hoy. El griego y el latín eran los pilares lingüísticos del Imperio y, aún así, en él había centenares de comunidades interiores que mantenían sus propias lenguas y culturas.
Cualquier intelectual de esa época, además de conocer griego y latín a la perfección, viajando en el gran Imperio, se relacionaba continuamente con las lenguas locales. El interés por fenómenos culturales como el cristianismo, u otras religiones orientales de esa época, hacían necesario, hasta obvio, el conocimiento de aquellas lenguas, la mayoría de ellas orientales.
A diferencia de hoy, en que nos distinguimos según la nacionalidad, definiéndonos italianos, marroquíes, españoles, franceses, turcos, en el mundo de la Antigüedad tardía todos eran ciudadanos iguales, en un Imperio que no hacía distinciones nacionales, sino que promovía el intercambio cultural y valoraba la cultura de origen.
En este contexto sin fronteras, tan diferente del mundo actual, no parece raro un personaje histórico como San Jerónimo, intelectual y curioso, que entre los primeros se dedicó a la difusión de ese profeta del Oriente Próximo, llamado Jesús.
En cuanto a la traducción de la Biblia, la de Jerónimo no era la única. Por ejemplo, la primera traducción al griego de la Biblia hebrea fue la denominada Septuaginta. A partir de esta versión griega, se realizó la primera recopilación latina de textos bíblicos traducidos a partir del siglo II, llamada Vetus Latina. Considerada una versión de mala calidad por los muchos errores e incorrecciones, y repleta de construcciones griegas y hebreas trasladadas de manera literal, será el mismo San Jerónimo el encargado de realizar una nueva traducción de la Biblia al latín.
Al comienzo, se dedicó a la revisión de los textos latinos antecedentes (una especie de posedición antigua, si así nos gustaría imaginarla) y volviendo a la versión griega de la Septuaginta. A pesar de eso, se dio cuenta de que este método no era el mejor. Su enfoque cambió así de rumbo, tanto que su metodología consistió en evitar cualquier traducción y volver, cuando posible, al hebreo original.
En un contexto en que el cristianismo había pasado de religión permitida (313 d. C.) a ser la única religión del Imperio (380 d. C.), el enfoque filológico que adoptó Jerónimo contribuyó a fomentar un culto más auténtico y cercano al mensaje original, depurando la traducción de todo lo añadido a través de traducciones sucesivas en otras lenguas, hasta llegar al cristianismo como lo conocemos hoy en día.
Centrarse en el texto original puede ayudar a la hora de expresar el mismo mensaje en otra lengua, reconectando con el autor y su idea inicial y trasmitirla de manera correcta y fiel, a nivel filológico, semántico y lingüístico. Fidelidad que no consiste en traducir palabras, sino ideas:
"lo que yo traslado no es la palabra a partir de la palabra, sino la idea a partir de la idea" (Terencio, Andria, prol., 17).
“[...] Desde luego, es difícil para quien recorre las líneas de un escrito ajeno no se extravíe en algún lugar, ya que es cosa dificultosa que lo que en otra lengua está bien dicho, conserve el mismo decoro en la traducción [...] Si traduzco palabra por palabra, suena absurdamente" (Prefacio a la Crónica de Eusebio de Cesarea).
Esto nos enseña San Jerónimo, y esto sigue siendo el proceso de traducción más apropiado.
¡Feliz Día Internacional de la Traducción!