Una de las palabras clave que más identifican el mundo de la traducción, tanto por parte de los que la realizan como por los que aprovechan de este servicio, se suele olvidar. En algunos casos, hasta se desconoce. Estoy hablando de la EMPATÍA.
La RAE la define la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. Salir de nuestro mundo y mirar lo que nos rodea con otra mirada, con unos ojos que no nos pertenecen: en definitiva, una capacidad que nos cuesta poner en práctica. Somos intolerantes, intransigentes, impacientes, inflexibles.
La traducción misma nos enseña a mirar el mundo a través de otras miradas, a través de otra lengua, otra cultura, otro mundo. La traducción misma nos enseña a ser EMPÁTICOS. Un pueblo construye la realidad a través de su cultura y su lengua, a la misma vez que su lengua y su cultura se enriquecen de lo que perciben desde la realidad. Cada pueblo mira el mundo de una determinada manera, a través de las herramientas de las que dispone en su mochila, las que ha conseguido a lo largo del tiempo, de la historia, de la vida. Traducir significa, antes de todo, empatizar con mundos lingüísticos y culturales diferentes del nuestro. Para hacer esto, hay que aprender a observar y entender a los demás, y acercarse a ellos según sus necesidades, mirando a través de sus ojos.
Un ejemplo muy inmediato que se suele usar con frecuencia en el ámbito de la traducción es el de las 40 palabras diferentes para decir “nieve” en finés, según el tipo de precipitación, de suelo, el elemento con el que se mezcla, el tipo de intervención que ha sufrido (para más información, echa un vistazo al siguiente enlace: https://eldefinido.cl/actualidad/plazapublica/6692/Fin-de-un-mito-Los-esquimales-nunca-tuvieron-40-nombres-para-la-nieve/).
Pero, ¿por qué tantas palabras para un elemento tan simple?
Pues, porque en la zona geográfica en cuestión necesitaban nominar cada circunstancia que se desarrolla en presencia de este elemento.
¿Y por qué nosotros no tenemos tantos términos para referirnos a la nieve?
Porque no vivimos los mismos fenómenos y no tenemos las mismas necesidades. Así que ni los españoles ni los italianos ni nadie en el mundo podría afirmar que esta manera de clasificar los tipos de nieve con palabras diferentes sea incorrecta, falsa, inútil o inexistente. Simplemente, es el resultado de la visión de una determinada realidad por los individuos que viven en ella.
Además de una empatía cultural, existe una empatía individual. Porque sí, hay un mundo que nos rodea a todos, pero cada uno lo mira a través de SU mundo interior o, mejor dicho, a través de las herramientas que cada uno lleva en la mochila de la vida personal. El error más frecuente, tanto a nivel cultural como a nivel individual, es mirar el mundo de los demás a través de nuestros ojos y nuestras necesidades. ¡Error!
A veces, hasta esperamos que este mundo revele lo mismo que el nuestro. ¡Error, error, error!
Ya que estamos hablando del tema, aprovecho para mencionar una última tipología de empatía: la profesional. Empatía es observar cómo trabajan los compañeros, aprender de ellos y de sus experiencias, y cuando realizan algo de manera diferente a como lo haríamos nosotros, aprender a mirarlo a través de sus ojos, comprenderlo y, a pesar de que no lo compartamos, respetarlo. A menudo se leen comentarios de traductores que critican de manera extremadamente negativa a otros por su falta de titulación, por haber aceptado determinados precios de trabajo... ¡y hasta por haber preguntado algo! Casi se puede ver materialmente el miedo de algunos de ellos a que otros les ‘roben’ el trabajo.
Cada uno está donde está y tiene lo que tiene por lo que ha hecho, por lo que se merece, por lo que consigue.
Cada uno tiene sus tiempos, sus posibilidades, sus capacidades, sus fuerzas, su manera de ser. ¡Respétalo!
A menudo, percibimos a los (posibles) clientes, directos o agencias que sean, como enemigos fraudulentos, villanos listos para explotarnos sin pagarnos, para crearnos trampas y poder señalar con el dedo todos nuestros errores, faltas e incapacidades. Una vez más, deberíamos abrir nuestra perspectiva y ser empáticos, además de tener paciencia. De hecho, siempre se trata de trabajadores, de PERSONAS, justo como nosotros.
Al fin y al cabo, todos podemos equivocarnos, caer en un malentendido, tener un día malo; todos podemos romper con nuestro/a novio/a; todos podemos perder el gato, el perro, el boli, el norte; todos podemos estar en conflicto con Dios, el Espíritu Santo, el ángel de la guarda, la estrella fugaz, la gana de vivir. Y cuando digo todos, me refiero a TODOS: traductores, clientes, agencias, revisores, el camarero del bar de abajo…
Y si, justo el día más lleno de trabajo y entregas, los albañiles empiezan a montar una feria de taladros al otro lado de la pared, ofréceles un café (seguro lo van a necesitar), y aprovecha para entablar una charla terminológica sobre esa traducción de planes de obras que te está volviendo loca/o desde hace un par de semanas.
Aprendamos a ser empáticos. Aprendamos a escuchar, comprender y mirar desde otra perspectiva, con otros ojos.
Quizás, sería el caso de eliminar tantos prefijos in- de nuestros hábitos y de aprender a ser tolerantes, transigentes, pacientes y flexibles.
La empatía está en la base de la vida.
La empatía está en la base de la traducción.